Por @aquilinojmata
Caracas.– Corría el año 1967 y la fiebre de las discotecas se apoderaba de la capital venezolana. En medio de esa efervescencia musical, aterrizaba en el aeropuerto de Maiquetía una figura que, sin proponérselo, marcaría un hito en la historia de los espectáculos caraqueños: Miriam Makeba, la poderosa voz de África, traída al país gracias al fulminante éxito mundial de su tema “Pata Pata”.
Contratada para una doble presentación –El Show de Renny, ícono televisivo del momento, y La Boite del Hotel Tamanaco, epicentro del glamour nocturno caraqueño–, Makeba llegó en bajo perfil. No ofreció entrevistas, evitó apariciones públicas más allá del escenario y mantuvo la sobriedad de quien entiende que su presencia ya era un acto de resistencia.
En La Boite del Tamanaco, sin embargo, vivió un episodio que dejó ver su carácter. Mientras actuaba, un grupo del público comenzó a exigir a gritos que cantara Pata Pata. Ella, molesta, detuvo el espectáculo y, sin rodeos, sentenció que la canción se interpretaría cuando estaba pautado, no antes y no por presión. Silencio absoluto. El público entendió. Y cuando, ya cerca del final, sonaron los primeros compases del tema, el lugar estalló en ovación.
Lo que pocos sabían entonces en Venezuela era que aquella mujer, ataviada con vistosas túnicas africanas y coronada con un turbante majestuoso, era también una militante política, una exiliada del régimen del apartheid que azotaba a Sudáfrica. Nacida el 4 de marzo de 1931 en Johannesburgo, Miriam Makeba había iniciado su carrera artística en 1952, pero fue su participación en el documental Come Back Africa lo que la catapultó a escenarios internacionales.
Apoyada por figuras como Harry Belafonte y Steve Allen, alcanzó el estrellato en Estados Unidos. En 1960, su propio país le prohibió la entrada por denunciar el racismo institucionalizado, y ella decidió continuar su cruzada desde el exilio. En 1968, al casarse con el activista radical Stokely Carmichael, vinculado a las Panteras Negras, Makeba volvió a ser blanco de la controversia y la vigilancia.
A pesar de las persecuciones, nunca dejó de cantar ni de alzar la voz por la justicia. En 1986 fue galardonada con el Premio Dag Hammarskjöld de la Paz, y tras el fin del apartheid, regresó a su tierra natal para encabezar proyectos humanitarios enfocados en la protección de las mujeres sudafricanas.
A 58 años de su visita a Venezuela, la imagen de Makeba sigue viva en la memoria: con su amplia sonrisa, su porte inquebrantable y ese ritmo imposible de resistir que estallaba cuando cantaba Pata Pata, su carta de presentación ante el mundo. Falleció en 2008, en Italia, víctima de un paro cardíaco, justo después de ofrecer un concierto. Se despidió como vivió: en el escenario, entregada a su música y a su causa.
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