Caracas.– Como cada Domingo de Resurrección, las llamas encendieron el sentir popular en varias parroquias de la capital durante la tradicional Quema de Judas. Este año, las figuras de cartón y tela que alimentaron el fuego de la protesta simbólica incluyeron rostros conocidos en la escena internacional: Donald Trump y Nayib Bukele.

En San Agustín, comunidad reconocida por su fuerza cultural, se congregaron vecinos para presenciar el juicio y posterior quema de estos “Judas modernos”, personajes que —según los organizadores— representan antivalores como la intolerancia, el autoritarismo y la violación de derechos humanos. La puesta en escena fue contundente: muñecos elaborados con esmero ardieron entre gritos, tambores y reflexiones comunitarias.

La Quema de Judas, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de Caracas, sigue siendo mucho más que una tradición. Es una catarsis colectiva, una crítica hecha arte popular, donde se castiga la traición —no solo la bíblica, sino la cotidiana, la política, la social.

La jornada no solo giró en torno al fuego. Las calles se llenaron de vida con presentaciones musicales, juegos tradicionales, competencias deportivas y expresiones culturales que reafirmaron el carácter festivo y crítico del evento. Familias enteras salieron a compartir, y los niños —entre risas y preguntas curiosas— fueron testigos de una costumbre que sigue pasando de generación en generación.

Así, entre tambor, calor y memoria colectiva, Caracas volvió a decir lo suyo con fuego.

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